Cuando Antón, en un gesto entre tic nervioso y verdadero
interés, miró por enésima vez su reloj, las agujas marcaban las 7.30. Habían
pasado 4 horas desde que el Auto-res saliera de la Estación de Méndez Álvaro, y
aún quedaban otras 2 para llegar a su destino. Odiaba el autobús, le estrechez
de los asientos, unida a la imposibilidad de levantarse para ir al servicio le
hacían huir de este medio de transporte siempre que podía.
Esta vez las circunstancias habían sido más fuertes que su
fobia, tenía que llegar a casa cuanto
antes, y como su viejo coche en el taller, sólo quedaba esa opción. No sabía lo
que se iba a encontrar, una escueta llamada de su hermana avisándolo del
repentino empeoramiento de la salud de su padre era toda la información que
tenía.
La voz de Ana sonaba preocupada, pero a la vez dolida, nunca
había sido capaz de perdonarle el haberse ido y aparecer en casa sólo en
“fiestas de guardar” como ella solía decir.
-Han ingresado a papá en el
Hospital; los médicos todavía no están seguros de que le pasa. Se desmayó en
casa, mamá estaba muy asustada. Por favor ven en cuanto puedas.
Ni a contestar le dio tiempo. Cuando iba a pronunciar la
segunda palabra, el tono continuo del
teléfono hizo que su voz se ahogara y una mezcla de rabia y preocupación inundó
su cabeza.
Las palabras del conductor anunciando la próxima parada
hicieron que Antón saliera de su ensimismamiento; tenía que llamar a la
comisaría para pedir unos días libres,
ya eran las 8.30 de la mañana y probablemente Gómez ya se encontraba en
su despacho.
-
Inspector Jefe Gómez, ¿dígame?
-
Soy el inspector González; necesito tomarme unos
días de descanso, me ha surgido un problema familiar.
-
Antón
(a pesar de ser su jefe desde hace 3 años, todavía no había conseguido que
Gómez pronunciase su nombre con n final velar en lugar de alveolar) sabe usted
que este tipo de cosas debe anunciarlas con un par de días de adelanto….
Siempre hace usted lo mismo.
-
Ha sido un imprevisto, mi hermana me ha llamado…
-
No me venga usted con cuentos, ¿cuándo piensa
volver?
-
En cuanto pueda… Adiós.
Antón aprovechó el momento para colgar. Nunca se había
llevado demasiado bien con Gómez, pero la conversación no había ido demasiado
mal; al menos había conseguido algo de tiempo.
La silueta del pueblo se iba dibujando con el amanecer mientras
el autobús tomaba las últimas curvas del trayecto; ya casi nada era como él lo
recordaba. Con estos pensamientos en su cabeza, el autobús se detuvo en la
estación, nadie además de él bajó. Colgó su bolsa de deportes al hombro y empezó
a caminar.
Nadie lo esperaba, aunque tampoco le produjo ninguna
sorpresa. Llamó a un taxi.
-Al
Hospital, por favor.
Un bico e una aperta
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