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28 abril 2011

Música

Tenía sobre unos 10 años; en el despacho de mi padre, sobre uno de los altavoces de la inmensa cadena de música-regalo de boda de mis padres- se hallaba un cd.

De mi precioso discman Sony acabada de salir un cd de Aqua, y tan cansado estaba del dichoso disco, que me dio por probar el que se encontraba encima del altavoz. Tuve la suerte (para mi educación musical) de que ese cd fuese el "Sultans of Swing: The very best of Dire Straits" y me cambió la manera de escuchar música.

Me encontré con ese disco de forma casi divina, pues preguntando posteriormente, nadie en mi casa sabía de la presencia de tal disco en casa.



Suelo esconderme en la música, suelo encontrar siempre algo que se identifica a la perfección con mi estado de ánimo; desde el country americano, pasando por el hip-hop o la música clásica hasta el heavy. Sin embargo, Dire Straits siempre está ahí, siempre hay una canción para levantarme el ánimo, que me hace pegar el oído a los altavoces, que me hace disfrutar.

El verano pasado tuve la oportunidad de disfrutar de uno de los mayores placeres de mi (corta?) vida; asistí a un concierto de Mark Knopfler. Casi dos horas de disfrute del sonido de una guitarra punteada, sonando a unos metros como yo llevaba muchos años escuchando; carne de gallina, pelos de punta y la sensación de vivir un momento que siempre quedará en mi cabeza.

Hoy más que nunca, escucho esta versión de Sultans of Swing para evadirme, 10 minutos 47 segundos de Dire Straits, 10 minutos 47 segundos en lo que todo lo demás queda a un lado.

Un bico e unha aperta

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