La piedra me rodea, creando una atmósfera acústica única, inigualable, que hace que todo suene diferente, desde las voces de las personas que me acompañan, hasta el ruido de la mencionada lluvia, adquiriendo esa tonalidad compostelana.
Mientas camino a través de la piedra y la lluvia miro hacia arriba, y el frescor del agua invade mi rostro por completo mientras observo el cielo, de color gris (de qué otro color podría ser), y una sonrisa se esboza en mi cara.
Me siento en casa.
Un bico e unha aperta
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