Antes escribía para mi lector imaginario, que debido a una personificación inusitada, se ha transformado en anónimo, esto me hace pensar en lo controlados y vigilados que estamos a través de la red, podemos escribir tan solo dos entradas, dar un par de clicks, y ser localizados como si lleváramos puesto un gps. Increíble.
Son las 3.11 del 12 de Enero, acabo de llegar a mi habitación (la que le da nombre a esta bitácora) después de unas 4 horas de estudio ¿infructuoso? en una habitación fría, en la que hay dos sillas con un tablón apollado en una especie de caballetes de metal a modo de mesa. Plan inmejorable.
Mañana, sobre esta hora, volveré a entrar por la puerta de la habitación 321 del Johnny, tras haber superado un día de estudio, y así será día tras día durante el próximo mes. Desesperanzador y agobiante.
Mi vida, después de unas navidades más o menos aceptables, se mueve entre organizar un viaje que me está dando muchos más quebraderos de cabeza de los que yo pensaba, o imaginaba; y mi encierro permanente durante el período de exámenes.
La pregunta a todo esto es....¿para qué? Merece un viaje de 10 días estos dolores de cabeza y comeduras de tarro, enfados y cabreos. Merece la pena estos meses de encierro, para el objetivo final.
Quizá sea yo, que ahora lo veo todo negro, o quizá sea que todo es negro
Un bico e unha aperta
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